10 de marzo es mi nombre
10 de marzo es mi nombre
Y el recuerdo de una lucha es mi abrigo
Protegido estoy ante la ignorancia de la ciudad
Ante la ignorancia de los creyentes
Avanzo por las comidas solitarias
Y por los banquetes anodinos
Duermo con las que cocinan manjares
Y me como sus pensamientos y sus deseos de hambruna
Guardo para mi vejez el dulzor de sus caderas anchas y ágiles de porcelana
Y me detengo
Y pienso en el sediento y en el hambre de quien lo acompaña
Y en el frío de quien le odia al atardecer
En el abandonado a la suerte de un sol furioso también pienso
No veo su sudor porque soy su sudor
Soy el grifo descompuesto
Y el oasis que engaña
Que disfruta con la caída de los ojos que se abren
Soy la frazada que aparenta cobijo
Y durmiendo en los pechos que se apagan
Voy viendo la renovación del mundo
Voy viendo la ley que oculta la fea ciudad
Y veo también a los impávidos votantes confesarse ante un Dios callado y mentiroso.
Soy la voz de una guerra sin testigos
Soy el dolor de un naufragio sin sobrevivientes.
El ardor de una película en movimiento
Que cae
Cae
Y cae hacia el sol.
Un amanecer sin niebla es el precio que he pagado por querer pintar esta tela infinita.
Esta novela opaca y añosa que no he vivido.
Por querer unir al somnoliento y al guardián,
A la doncella y la mujer de Dios.
Tomo el serrucho y transformo el viejo mueble en el que guardaba lo que no sirve.
Mi brazo se mueve arriba y abajo, y mi mente va en su propio vaivén,
Con asuntos que tampoco sirven
A no ser que los libere al avanzar la noche.
Mi pecho ya no aguanta más.
Sus dos flores se marchitan
Y la memoria de un país hermoso se torna compleja
Nauseabunda, ametrallada.
Deseo cortar los mapas y las fogatas de la ciudad.
Los soldados se yerguen pacientes
Valientes y olvidados ante la fría violencia de nuestros ojos cerrados.
Ya nada más se puede construir
Pero la destrucción es creación ahí donde las manos se rompen.
Ahí donde las mejillas se sonrojan.
Desperté una noche esperando la llegada del sol
Esperando el choque de los hielos,
El silencio de las sábanas que me abandona cada día.
Grito al viento un saludo
Y le pido que cubra de hojas mis pasos.
Mis pasos torpes
Que a tirones buscan su cuerpo
Mis pasos que arrogantes huyen de las fiestas
Aquellas fiestas cargadas de bocas y vaivenes
Cargadas de enojos y azares,
De dulces aromas
Y llega el día anual
En el que vibran mis venas al son del jazz.
Al son de suburbios rojizos
Inubicables como crepúsculos